¿Cuántos años puede llegar a vivir el ser humano? La respuesta a esta
pregunta tan ambiciosa no está, de momento, al alcance de la ciencia.
Por ello, quizás sea más sensato determinar las causas del
envejecimiento y, de esta forma, centrar los objetivos en los que actuar
para retrasar los efectos de la edad. A ello se ha dedicado un grupo de
investigadores que han recopilado en un artículo que publica Cell los hallazgos de tres décadas de estudios sobre los procesos vinculados a la edad.
“Esta revisión no habla de teorías, sino de evidencias moleculares y
genéticas”, apunta Carlos López-Otín, de la Universidad de Oviedo, uno
de los autores. Junto a él, firman el trabajo María Blasco y Manuel
Serrano, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO),
Linda Partridge (Instituto Mark Plank para la Biología del
Envejecimiento) y Guido Kroemer (Universidad de París-Descartes).
“Había llegado el momento de presentar de manera organizada y
comprensible las claves moleculares de un proceso todavía muy
incomprendido, pese a los miles de artículos científicos publicados cada
año sobre él”, añade López-Otín. Estos factores, que se encuentran
interconectados, están en la raíz de “muchas enfermedades asociadas al
envejecimiento”, indican María Blasco y Manuel Serrano, del CNIO.
De acuerdo con el artículo, titulado Las características del envejecimiento (The Hallmarks of aging),
las cuatro causas primarias a las que hay que prestar atención son las
lesiones en los genes o en los interruptores que los activan, el
acortamiento de los telómeros (los capuchones que protegen los extremos
de los cromosomas) y los fallos en el control de calidad de la
eliminación de proteínas.
Acumulación de daño genético: A medida que pasa el
tiempo, los genes sufren lesiones. Pueden ser de origen externo, por
ejemplo, provocadas por radiación solar o tóxicos químicos, o endógenas,
como errores en la replicación del ADN. Si los mecanismos de reparación
de estas lesiones (tanto del núcleo celular como del ADN mitocondrial)
fallan, las alteraciones se acumulan y desembocan en síndromes de
envejecimiento prematuro o procesos tumorales, entre otros efectos
patológicos. Conviene recordar que el daño en el material genético es un
elemento común del cáncer.
Un ejemplo de cómo mutaciones en el ADN pueden derivar en
envejecimiento precoz es la progeria (enfermedad de Hutchinson-Gilford).
La patología provoca un envejecimiento acelerado en los niños que la
padecen, que muestran un aspecto envejecido y no suelen sobrevivir a los
13 años. El funcionamiento incorrecto del gen LMNA, que interviene en
el funcionamiento del núcleo celular, provoca una alteración en la
estructura del núcleo y envejecimiento precoz.
Desgaste en el extremo de los cromosomas: Una
consecuencia de la inestabilidad genética es el acortamiento de los
telómeros, los capuchones que protegen el material genético de los
bordes de los cromosomas. Pero este fenómeno tiene tal entidad, que los
investigadores lo consideran como una causa de envejecimiento por sí
misma.
Con el paso del tiempo, los mecanismos para reparar estas fundas se
deshacen (como las protecciones de los cordones de los zapatos que
impiden que se deshilachen), los telómeros se desgastan y la célula o no
se puede replicar o muere. Investigadores del CNIO advirtieron el año
pasado en ratones que el ritmo al que se van encogiendo los telómeros está relacionado con la esperanza de vida en los roedores.
Influencia del ambiente: Los hábitos de vida y la
exposición al ambiente influyen no solo en los genes, sino en cómo se
expresan. Existe un conjunto de señales bioquímicas que, a modo de
interruptores, encienden o apagan la actividad de los genes y que son
básicos para el funcionamiento normal de las células. La disciplina que
se ocupa de su estudio se conoce como epigenética. A pesar de que queda
mucho por conocer de estos mecanismos, ya se sabe, por ejemplo, que el
tabaco o la radiación solar pueden silenciar la expresión genética
mediante un proceso denominado metilación. Y los cigarrillos se
encuentran detrás de un 30% de los tumores.
Enfermedades degenerativas por proteínas fuera de control.: El funcionamiento adecuado de las células tiene que ver, entre otros
factores, con una correcta eliminación de las proteínas defectuosas o
sobrantes. Errores en estos procesos, que pueden desembocar en la
acumulación de proteínas, se relacionan con enfermedades asociadas al
envejecimiento, como es el caso del alzhéimer. En esta patología, las
neuronas mueren por la formación de las llamadas placas seniles, unos depósitos de la proteína beta-amiloide, que no deberían acumularse.
Los autores del trabajo describen otro conjunto de daños relacionados
con el envejecimiento que denominan secundarios. Se trata de fallos en
los procesos destinados a eliminar las células lesionadas por los cuatro
fenómenos anteriores. En ocasiones, la reacción del cuerpo para
corregir un fallo acaba siendo perjudicial en sí misma. Es lo que sucede
cuando las células que acumulan mutaciones dejan de replicarse y se suicidan
para no perjudicar al organismo. Cuando se da en exceso, la caída en
picado de regeneración celular provoca el envejecimiento de los tejidos
y, en consecuencia, del organismo.
En este grupo de causas secundarias del envejecimiento, los
investigadores incluyen a los radicales libres “que pueden ser dañinos
en grandes cantidades pero cuya presencia desencadena también una
respuesta protectora” y distintas alteraciones metabólicas. Una de las
más controvertidas está relacionada con el abuso de alimentos. Distintos
estudios vinculan el exceso de aportación calórica a una menor
expectativa de vida, de la misma forma que la escasez de nutrientes pone
en marcha estrategias protectoras en el organismo. Sin embargo, los
investigadores alertan de que presumiblemente, esta estrategia “con el
tiempo y en exceso”, puede dar lugar a resultados patológicos.
Finalmente, los investigadores identifican un último grupo de otros
dos procesos biológicos que provocan los que califican de "daños
terciarios" al organismo relacionados con la edad. Una vez más, son un
efecto cascada de los anteriores. Por ejemplo, el agotamiento de las
células madre de los tejidos y la consiguiente imposibilidad de
renovación celular (la etapa final de la muerte celular masiva y el
envejecimiento del tejido). O errores en la comunicación celular, entre
los que se encuentra la inflamación, "un proceso que de forma crónica se
asocia al cáncer", según los autores del trabajo.
Mientras que las estrategias destinadas a extender la longevidad a
través de la reparación de los daños que el tiempo causa a los genes
"están todavía lejanas", López-Otin cree que las relacionadas con el
metabolismo "pueden ser más accesibles". En cualquier caso, no será a
corto plazo.
Manuel Serrano |
Carlos López Otín |
María Blasco |
Fuente: El País.
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