Todos tenemos priones. Dicho así, puede que asuste. Este tipo de
proteínas ganó una merecida mala fama cuando se descubrió que eran la
causa de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la variante humana del scrapie de las ovejas o el mal de las vacas locas. Pero no hay que asustarse. Un trabajo que publica Journal of Neuroscience, y que reseña Nature,
explica al menos una de las funciones que desempeñan estas proteínas en
nuestro sistema nervioso: son parte de la plasticidad del cerebro, en
concreto, porque ayudan a mantener la mielina, una capa protectora de
las neuronas.
La clave de esta aparente contradicción está en que los priones se
presentan en dos configuraciones, una buena y otra mala. La buena es la
descrita por el trabajo científico; la mala, la que ha causado tantos
problemas en la ganadería y algunas personas.
Las proteínas no son sino cadenas de eslabones irregulares: los
aminoácidos. En el organismo no están como una hilera, sino que se
pliegan formando ovillos igual que el que se forma si dejamos caer una
cadena al suelo. Pero esta estructura no es casual. Los aminoácidos
tienen características que hacen que unos tiendan a acercarse a otros, o
a repelerse (cargas débiles, puentes de hidrógeno), así que el
plegamiento es muy estricto. Esto es fundamental para que funcionen. La
forma ayuda, por ejemplo, a que acojan otras moléculas para hacerlas
reaccionar. Cuando no adquieren esa forma concreta, son destruidas.
Lo peculiar de los priones es que tienen dos configuraciones
tridimensionales estables, la útil y la nociva. Y que esta última
resulta de alguna manera inmune a los sistemas de limpieza del
organismo. Por eso se acumulan y atacan el cerebro de los animales
(humanos incluidos). Además, por un mecanismo que aún no está claro,
cuando un prion malo llega al cerebro, hace que los de alrededor cambien
de configuración y adopten la dañina. De alguna manera, se contagia.
Para ver el papel de los priones sanos (PrPc en el
lenguaje científico) el investigador italiano Enrico Cherubini, de la
International School for Advanced Studies de Trieste (Italia), tomó
tejidos cerebrales de ratones, y estimuló sus neuronas. En los animales
que tenían en el gen que codifica los priones (un gen es el libro de
instrucciones para fabricar una proteína), la unión entre las neuronas
se fortalecía; en los otros, se debilitaban.
“Esto muestra que la PrPc controla la dirección de la
plasticidad en el hiopocampo en desarrollo”, concluye Cherubini. El
proceso de fortalecimiento de la unión entre las neuronas, llamado
científicamente potenciación, es clave en el desarrollo y evolución del
hipocampo, una estructura cerebral relacionada, entre otras cualidades,
con la memoria.
Fuente: El País
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