Los animales (incluido el ser humano) requieren del almacenamiento de
grasa como reserva para épocas de intenso frío o cuando el alimento
escasea. Sin embargo, en la actualidad, sobre todo en las grandes
ciudades donde el esfuerzo físico ha sido suplantado por el
sedentarismo, la acumulación de grasa en el cuerpo humano se ha
convertido en motivo de preocupación. Es que las grasas saturadas elevan
el nivel de colesterol en la sangre y, por ende, el riesgo de sufrir
consecuencias en la salud.
“El consumo excesivo de grasas
saturadas lleva a la hipercolesterolemia, es decir, altos niveles de
colesterol en sangre, y a la hipertrigliceridemia, el exceso de
concentración de triglicéridos. Ambas son un camino directo a daños
vasculares que predisponen a los accidentes cerebro-vasculares (ACV) o
al infarto agudo de miocardio (IAM), entre otras enfermedades”, explica
Miguel Fornés, del Instituto de Histología y Embriología de Mendoza
(IHEM) de la Facultad de Ciencias Médicas, quien investiga los efectos
que este problema tiene sobre la fertilidad masculina.
En
conversación con Argentina Investiga, Fornés detalla cuáles son los
componentes de las grasas nocivos para la salud humana: “Las grasas se
degradan en sus componentes esenciales, lípidos o grasas más simples, y
éstos se absorben muy bien en nuestro tubo digestivo. A su vez, pueden
utilizarse como combustible por diferentes tejidos o acumularse en ellos
como grasa propia”.
Para
el médico de la UNCuyo, no hay una cantidad determinada de grasas que
determine cuándo constituye un riesgo para la salud humana. “El consumo
de grasas es excesivo cuando supera la necesidad de cada individuo o su
condición de salud”, dice. “Un individuo dado, de acuerdo a su
actividad, puede consumir más grasas que otro. Por ejemplo, un
trabajador con intenso trabajo físico usará las grasas consumidas como
combustible para sus músculos, para producir calor en época invernal,
etcétera. Ahora, si este mismo individuo tiene su bioquímica alterada,
por ejemplo colesterol en sangre alto, debe cuidarse más que otro
trabajador en el mismo oficio. También porque la dieta es una forma de
controlar las elevaciones nocivas”, agrega el investigador.
En
su laboratorio del IHEM, Fornés está indagando en conejos los efectos
que estas grasas saturadas tienen sobre la fertilidad masculina. Y,
coincidentemente con otros estudios en humanos que ya existen, “muestran
una alteración de los espermatozoides a diferentes niveles: se altera
su forma, su funcionamiento, entre otras razones. La misma célula de la
fertilidad -como otras del organismo- se ve afectada”, analiza el
científico mendocino.
¿Y por qué se ve afectada la fertilidad
por las grasas saturadas? “Varios tejidos pueden acumular grasas, entre
ellos, el productor de espermatozoides, los túbulos seminíferos. No se
conoce aún el mecanismo íntimo por el que se alcanza estos trastornos,
lo estamos investigando”, completa Fornés.
Por último, destaca el papel que juega el consumo de aceite de oliva para reducir estos efectos nocivos de las grasas en la salud. “El aceite de oliva forma parte de la denominada dieta mediterránea, que es la que consumen los pueblos que viven cerca del mar Mediterráneo. Se ha visto que estas poblaciones consumen tantas grasas como otros pueblos europeos, sin embargo tienen menos patologías, menos incidencia o intensidad, asociadas al consumo de grasas. Las razones de la ‘protección’ no son conocidas en detalle pero en estudios poblacionales -epidemiológicos- se ha demostrado su efectividad. El mecanismo se está analizando en nuestro trabajo”, concluye el investigador.
Por último, destaca el papel que juega el consumo de aceite de oliva para reducir estos efectos nocivos de las grasas en la salud. “El aceite de oliva forma parte de la denominada dieta mediterránea, que es la que consumen los pueblos que viven cerca del mar Mediterráneo. Se ha visto que estas poblaciones consumen tantas grasas como otros pueblos europeos, sin embargo tienen menos patologías, menos incidencia o intensidad, asociadas al consumo de grasas. Las razones de la ‘protección’ no son conocidas en detalle pero en estudios poblacionales -epidemiológicos- se ha demostrado su efectividad. El mecanismo se está analizando en nuestro trabajo”, concluye el investigador.
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