La plasticidad celular ha dado un nuevo paso con la posibilidad de
transformar células de piel de adultos en precursores neuronales. Hasta
ahora, para hacer eso había que desprogramar las células de
partida llevándolas a un estado similar al de las embrionarias (las
conocidas como células pluripotenciales inducidas o iPS). Con la técnica
desarrollada por Su-chun Zhang, de la Universidad de Wisconsin-Madison,
que la publica en Cell, la transformación es directa: se toman las
células de la piel, se cultivan junto a un virus y este las modifica
hasta formar precursores neuronales.
En concreto, Zhang ha utilizado el virus Sendai, causante de
resfriados. Bastó incubar las células con el virus durante 24 horas para
que este las modificara. Eliminar luego el patógeno es fácil: se hace
calentando el cultivo (de manera análoga a lo que intenta el organismo
enfermo cuando quiere curarse de un catarro). Aparte de la sencillez, la
técnica tiene otra ventaja: este virus no integra su material genético
en el de las células, por lo que una vez eliminado no queda huella de su
presencia (aparte de los cambios que induce).
Las células obtenidas se han conseguido diferenciar luego entres
tipos del sistema nervioso: neuronas, astrocitos y oligodendrocitos, ha
dicho Zhang. "Esta prueba destaca la posibilidad de generar muchos
progenitores neuronales para trastornos específicos", ha aclarado Zhang.
Aparte de la importancia del mecanismo en sí, que podría evitar
riesgos como la generación de tumores si se usan células madre, el
descubrimiento muestra otro aspecto: la increíble plasticidad de las
células humanas. En contra de lo que se pensaba no hace más de 50 años,
estas tienen la capacidad de transformarse en cualquier otra de un tipo
muy diferente, aunque sea una cualidad que está dormida (por esto mismo
recibieron el último Nobel de Medicina Gurdon y Yamanaka).
Pero es, además, una prueba de la gran velocidad a la que llegan las
novedades. No hace ni 10 años que empezó a hablarse del potencial de las
células madre embrionarias para diferenciarse en cualquier tipo de
tejido. Esta propiedad apenas ha empezado a utilizarse (la Organización
Nacional de Trasplantes recordaba hace un mes en un congreso en Zaragoza
que solo hay cuatro aplicaciones aprobadas: para trasplante de médula,
creación de piel en quemados, generación de córnea y la de cartílago de
rodilla) y ya hay tres fuentes posibles de este material: los embriones,
las células adultas vía la iPS y, ahora, esta transformación directa.
Es cierto que este cambio (de piel a neurona) podría no ser
generalizable, como sí parece que lo son las transformaciones de células
madre embrionarias y las iPS. Piel y neuronas comparten una base
embrionaria que quizá podría facilitar esta transformación. Pero, en
cualquier caso, se abre una nueva posibilidad, siempre con el mismo
objetivo: a corto plazo, disponer de tejidos para investigar
enfermedades o fármacos. A largo, generar tejidos y órganos para
trasplante.
Fuente: El País
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