El daño que la luz del sol o las lámparas de rayos UVA causan en la
piel no termina cuando finaliza la exposición. Una investigación
publicada en Science demuestra que más de tres horas después se pueden
producir lesiones y roturas en el ADN que provocan las mutaciones
causantes del cáncer de piel, igual que en el momento de la exposición
directa a los rayos solares.
Paradójicamente, la responsable de esta reacción retardada es la
melanina, un pigmento que bloquea la radiación ultravioleta y que, por
lo tanto, hasta ahora se había identificado como un factor de
protección.
“La melanina de la piel es tanto mala como buena, puede ser
cancerígena y protectora”, resume Douglas E. Brash, investigador de la
Universidad de Yale, en Estados Unidos, que ha trabajado en este estudio
junto a científicos de las universidades de São Paulo y Federal de São
Paulo (Brasil), Fujita Health (Japón) y el centro CEA de Grenoble
(Francia).
En los experimentos realizados con ratones y células humanas, los
investigadores han averiguado el proceso químico que explica este
hallazgo. La radiación ultravioleta produce oxígeno y nitrógeno
reactivos, a un paso tan lento que puede prolongarse durante horas. Más
tarde, al combinarse estas dos moléculas, excitan un electrón de la
melanina y esta energía es la que provoca las lesiones en el ADN. “Esta
transferencia de energía al ADN puede ocurrir en la oscuridad, pero
provoca el mismo daño que el sol a plena luz del día”, comenta Brash.
Uno de los aspectos más relevantes del artículo de Science desde el
punto de vista científico es que esta excitación química de los
electrones no se había observado nunca antes en mamíferos. “Solo se
había encontrado en bacterias bioluminiscentes y animales marinos”,
aclara el científico. Por eso, tras este hallazgo los investigadores se
preguntan si, además del cáncer de piel, otras enfermedades pueden estar
condicionadas por procesos químicos similares.
Una vez conocido el mecanismo, los expertos se plantean cómo evitar
sus efectos. La estrategia más adecuada podría ser la prevención a
través del desarrollo de nuevas formas de protección solar. “Hay
productos químicos que pueden desviar la energía de la melanina antes de
que haga daño al ADN, pero no son adecuados para la piel”, apunta el
experto, que muestra su confianza en el desarrollo de alternativas que
tengan el mismo efecto.
Los autores del estudio consideran que, en general, se ha subestimado
el daño que pueden ocasionar los rayos ultravioleta, tanto por la luz
del sol como en las camas de bronceado, debido a que solo se acostumbra a
medir el momento inmediatamente posterior a la exposición. Asimismo,
esta investigación puede contribuir a explicar por qué unas personas son
más sensibles que otras a la luz solar.
En cualquier caso, Brash y sus colegas intentan restar dramatismo a
su descubrimiento. “En realidad, esto no debería cambiar nuestros
hábitos de exposición a los rayos ultravioleta. Yo le digo a la gente
que puede disfrutar del sol y que simplemente deberían evitar ir a la
playa a determinadas horas, como entre las 10:00 y las 14:00, y usar
sombrero”, recomienda.
Además, en su opinión los actuales protectores solares siguen siendo
muy útiles. La única diferencia, si llega a desarrollarse una nueva
generación de productos a raíz de este estudio, es que “podríamos añadir
el hábito de ponernos un protector solar diferente después de salir de
la playa”.
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