Un equipo internacional ha descubierto y probado en ratones
ciegos una sustancia química que restaura temporalmente algo de
capacidad de visión en esos animales.
Los investigadores están
trabajando en una versión mejorada del compuesto con la esperanza de que
algún día permita que personas con cierta clase de ceguera logren ver,
aunque sea de modo precario y durante sólo algunas horas al día.
El
compuesto, cuando esté lo bastante perfeccionado y se demuestre que no
causa efectos secundarios demasiado peligrosos, podría ayudar a quienes
padecen de retinitis pigmentosa, una enfermedad genética que es la forma
hereditaria más común de ceguera, y también a las personas aquejadas de
degeneración macular relacionada con la edad, una de las causas más
comunes de ceguera adquirida. En ambas enfermedades, las células
fotosensibles de la retina mueren, dejando al ojo sin fotorreceptores
funcionales.
Este esperanzador trabajo de investigación y
desarrollo es obra de expertos de la Universidad de California en
Berkeley, la de Washington en Seattle, y la de Múnich en Alemania.La
sustancia, llamada AAQ, hace que otras células de la retina,
normalmente insensibles a la luz, se vuelvan sensibles a ella. La AAQ se
enlaza a canales iónicos proteicos sobre la superficie de esas células
retinales. En presencia de la luz, la sustancia altera el flujo de iones
a través de los canales y activa esas células retinales de un modo
bastante parecido a como nuestras células primarias para la visión (los
conos y los bastoncillos) son activadas por la luz.
Debido a que la AAQ
acaba por desaparecer al cabo de unas horas, puede ofrecer una
alternativa más segura a otros enfoques experimentales para restaurar la
visión, como son las terapias genéticas o de células madre, que cambian
de manera permanente la retina. También es menos invasiva que la
implantación en el ojo de chips electrónicos sensibles a la luz. Por
otra parte, al tratarse de una sustancia, se puede ajustar la dosis a
conveniencia, pudiendo utilizarse en combinación con otros tratamientos,
o suspender la terapia si se considera que los efectos no son
aceptables, tal como argumenta Richard Kramer del equipo de
investigación, profesor de biología molecular y celular en la
Universidad de California en Berkeley.
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