La Universidad de Salamanca presenta un nuevo avance hacia la
consecución de una agricultura sostenible viable gracias a la
biotecnología. Un grupo de investigación ha aislado dos cepas
de bacterias del género Rhizobium que tienen efectos positivos sobre el
crecimiento y la producción del tomate y del pimiento, lo que
permitiría disminuir el uso de fertilizantes químicos en el cultivo de
estos productos.
Durante años el equipo de investigación (GIR)
'Interacciones Microorganismo Planta' se ha dedicado a estudiar la
simbiosis entre los microorganismos del género Rhizobium y las plantas
leguminosas, que se establece por la formación de nódulos en las raíces
de estos vegetales y que tiene beneficios mutuos para plantas y
bacterias.
Sin embargo, "el papel que puede tener este género de
microorganismos en asociación con plantas no leguminosas, como es el
caso del tomate y del pimiento, está menos estudiado", según explican
los investigadores.
La investigación publicada en PLoS ONE ha
demostrado que dos cepas de Rhizobium que se aislaron de dos
leguminosas, el trébol y la alubia, "presentan una buena actividad como
promotores del crecimiento vegetal in vitro y que dan buenos resultados
en la producción no sólo de las plantas hospedadoras, sino también en
tomates y pimientos", comenta Encarnación Velázquez, investigadora de la
Universidad de Salamanca y autora del artículo
El resultado es que la inoculación de
estas cepas consigue un incremento en el desarrollo y en la producción
de las dos plantas. "En el caso del pimiento se trata de un aumento muy
significativo en cantidad, mientras que en el caso del tomate se
incrementa sobre todo la calidad", asegura la científica.
Esta
calidad se establece a través de catas y, de una forma más objetiva, a
través de la medición de componentes como el potasio, el fósforo, el
nitrógeno o la presencia de componentes fenólicos, sustancias que se
asocian con una mayor protección frente a patologías cardiacas.
Los
científicos conocen los mecanismos que provocan estos efectos positivos
para la planta. Por ejemplo, estas dos cepas producen fitohormonas y
además incrementan en la planta los niveles de nitrógeno y fósforo, "un
nutriente este último muy importante, responsable de cualidades
organolépticas como el sabor o el color", señala Raúl Rivas, otro
investigador del equipo. Además, una de ellas también produce compuestos
sideróforos, que captan hierro y dificultan el crecimiento de hongos y
otros microorganismos patógenos para la planta.
Lo más importante
de esta línea de investigación es que abre una alternativa para
practicar una agricultura ecológica segura. "A los cultivos ecológicos
no se les añaden fertilizantes nitrogenados, pero sí estiércol como
abono y esto podría ocasionar problemas sanitarios como la presencia de
cepas patógenas de Escherichia coli, la bacteria que ocasionó la crisis
alimentaria de Alemania, que en un principio se comunicó que procedía de
pepinos importados de España, pero que finalmente se atribuyó al
consumo de brotes de alholva procedentes de Egipto", subrayan los
autores.
Simbiosis de Rhizobium con las raíces la planta |
El equipo intenta sustituir el empleo masivo de abonos
químicos "por microorganismos beneficiosos que suministren a la planta
los nutrientes que necesita", señala Pedro Mateos, otro de los
investigadores del grupo. Estas cepas se encuentran en la naturaleza,
pero hay que seleccionarlas y estudiar sus efectos con el objetivo de
conseguir inoculantes seguros que se puedan aplicar en todo tipo de
cultivos. En este caso, se ha investigado en plantas no leguminosas,
pero el género Rhizobium es bien conocido sobre todo por sus
interacciones con las leguminosas.
Además, se trata de
microorganismos ampliamente estudiados por este y otros grupos de
investigación del mundo en las últimas décadas, de manera que está
comprobada su seguridad. "Estamos hablando de interacciones beneficiosas
entre plantas y microorganismos que aportan a las plantas sustancias
que les permiten crecer, nutrirse y defenderse mejor de patógenos",
apunta Eustoquio Martínez, investigador principal del grupo.
Según
los científicos, la agricultura del futuro exige eliminar gradualmente
el uso de fertilizantes químicos por la contaminación ambiental que
ocasionan y porque consumen muchos recursos para su fabricación. De
hecho, la normativa europea apuesta por una agricultura sostenible que
sólo puede desarrollarse a través de la biotecnología.
Fuente:NCYT
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