Nadie duda de que conseguir una vacuna contra el alzhéimer o un
tratamiento que evitara su progresión sería un hito médico. La
enfermedad, que se calcula que afecta a unas 800.000 personas en España
(las cifras van desde las 500.000 a los 1,3 millones, según las fuentes)
es la primera causa de discapacidad neurodegenerativa en el mundo. Por
eso la presentación esta mañana de los resultados de un fármaco
experimental hecha por el equipo de Ramón Cacabelos, del grupo
Euroespes, ha sido todo un éxito de convocatoria, y ello pese a que los
datos que presentó se refieren a una prueba en ratones.
El prototipo que han desarrollado Cacabelos y su equipo sigue la
senda de otros ensayos previos, pero mejorándolo. Se basa en activar el
sistema inmune contra las proteínas beta-amiloides (en concreto, contra
la variedad 42), unos compuestos que se ha visto que en los enfermos de
alzhéimer se acumulan en el cerebro causando la desconexión neuronal a
la que se atribuyen los síntomas de la enfermedad. La novedad del
trabajo es que estas proteínas no se usan directamente para producir la
reacción inmune. Se envuelven en un especie de bolsitas de grasa (lo que
técnicamente se denomina liposoma) antes de inyectarlas a los animales.
Este es el gran avance del ensayo, porque evita uno de los problemas
que han tenido ensayos previos, ha dicho Cacabelos, quien ha atribuido
la labor a su colaboradora Lucía Fernández-Novoa. Porque la idea no es
nueva, y hasta hubo a mediados de la década pasada un ensayo que llegó a
probarse en humanos, con resultados catastróficos: varios voluntarios
murieron por meningoencefalitis o por hemorragias cerebrales. Pero el
investigador español cree que eso ahora no pasará. Los liposomas atenúan
la respuesta inmune, con lo que esos daños no se han producido en los
ratones de experimentación. Además, por su composición, el envoltorio,
formado por lípidos similares a los que existen en la cubierta de las
neuronas, facilita el transporte del antígeno y ayuda a que la respuesta
sea localizada. Cacabelos explicó que el problema de los ensayos
anteriores fue que los efectos adversos no se vieron en los ratones de
experimentación, por lo que la encefalitis y las hemorragias se
manifestaron con toda su crudeza en los voluntarios.
De acuerdo con los resultados de su prototipo, que se han publicado en la revista International Journal of Alzheimer Disease, las inyecciones de la vacuna (hay que suministrar varias dosis en diferentes tandas) tenía un triple efecto: la primera, que producía una respuesta inmunológica que eliminaba las placas de proteína beta-amiloide en el caso de animales ya enfermos, o impedía que se formaran en los sanos. La segunda, que no aparecían casos de meningoencefalitis. Y, la tercera, tampoco había microhemorragias cerebrales.
La aproximación, como se ha indicado, tiene una ventaja: es dual, en el sentido de que sirve tanto para prevenir la aparición de la enfermedad como para frenarla en animales ya afectados.
Cacabelos defiende que haya elegido patentar y ensayar la vacuna en EE UU. "Las patentes internacionales tienen mas valor y reconocimiento internacional que las patentes nacionales”, dice. "Desde la oficina de patentes de EE.UU y desde la FDA se puede agilizar mucho más el proceso de desarrollo de la vacuna".
Hasta aquí, la parte positiva del ensayo. Pero hay aspectos que los propios autores en el artículo reconocen que hay que trabajar más. La primera, que el estudio se hizo en ratones transgénicos. Esto es necesario ya que hay que conseguir animales con las mutaciones que les van a convertir en enfermos. Y esta es la primera limitación del trabajo: en el alzhéimer intervienen hasta 200 genes, y las distintas combinaciones de estos determinan el resultado dl fármaco. Es posible, por tanto, que con ratones transgénicos de otra clase no funcionara igual de bien. De hecho, el propio Cacabelos admite que la vacuna, tal y como está diseñada, solo serviría para e 40 o 50% de las personas en riesgo o afectadas. Aun así, este porcentaje le parece lo suficientemente bueno ante una enfermedad tan devastadora como para seguir adelante. De hecho, el investigador afirma que un porcentaje similar es el que se beneficia actualmente de los pocos fármacos existentes, aunque se les dan a todos porque no hay alternativas.
Por eso, llegado el momento de su uso en personas, habría que seleccionar en función de su perfil genético a los candidatos, ya que la vacuna no va a ser sencilla de administrar. Si se repite la pauta de lo que ha funcionado en ratones, habrá que dar dosis periódicas.
Otra limitación admitida por los propios investigadores es que lo que se ha medido en los ensayos ha sido, sobre todo, la formación de placas beta-amiloides, y también la coordinación motora de los animales. Pero, por ejemplo, no se ha evaluado la pérdida –o no- de la memoria, otro de los rasgos definitorios de la enfermedad.
El ensayo ha sido recibido con escepticismo por algunos expertos, que creen que la idea de una vacuna para el alzhéimer no es posible. También despierta recelos que los animales se sacrificaran a los 11 meses para estudiar su cerebro, y que la revista elegida para la publicación sea de bajo perfil.
Gracias a Fernando Menéndez, exalumno del Colegio por ponerme detrás de la noticia.
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