La gran promesa de la medicina regenerativa es utilizar cultivos de
células madre para obtener tejidos y órganos que puedan trasplantarse a
las personas con enfermedades hoy incurables. Un punto esencial, y
polémico en los últimos años, es que esos trasplantes no sean rechazados
por el sistema inmune del receptor. El Instituto Nacional de Ciencias
Radiológicas de Chiba (Japón) ha dado un paso fundamental al demostrar
que la idea funciona en ratones con trasplantes de piel y de médula ósea
sin signos detectables de rechazo. El trabajo se publica en Nature y despeja uno de los mayores obstáculos para la aplicación clínica de las células madre.
El estudio de Masumi Abe y sus colegas de Chiba, Kawaguchi y Yokohama
tenía por objetivo disipar las dudas sobre la tolerancia inmunológica a
los trasplantes derivados de células madre iPS (o de pluripotencia
inducida). Estas células se obtienen retrasando el reloj de
vulgares células de la piel para que recuperen su primitiva condición de
células madre, y son la estrella de la investigación en este campo,
incluido el último premio Nobel de Medicina concedido a su creador, el
también japonés Shinya Yamanaka.
Un estudio anterior de los biólogos moleculares de la Universidad de California en San Diego, publicado también en ‘Nature’ en mayo de 2011,
había encontrado, también en modelos animales, rechazo inmunológico en
trasplantes derivados de células madre iPS, pero no en los derivados del
otro gran tipo de células madre que se usan en investigación sobre
medicina regenerativa, las embrionarias. Esta es la otra mitad de la
historia.
Las células madre embrionarias se obtienen de embriones humanos de
dos semanas. Su descubrimiento en 1998 por investigadores de la
Universidad de Winsconsin fue la espoleta que desencadenó las actuales
investigaciones en este sector, pero en sus escasos 15 años de vida se
han topado con una robusta oposición moral y jurídica de los sectores
próximos a la Iglesia católica y a las confesiones norteamericanas.
El propio Nobel Yamanaka ha declarado que inició sus investigaciones
sobre las células iPS precisamente para sortear esas objeciones éticas.
Buscaba un material biológico tan precioso como las células madre
embrionarias, pero que no necesitara construir ningún embrión. Y eso es
más o menos lo que consiguió, y así lo tasó Estocolmo hace solo unos
meses.
La actitud más extendida entre los especialistas de este campo
emergente, sin embargo, es que la investigación debe hacerse en paralelo
con ambos tipos de células madre, las iPS y las embrionarias. De hecho,
esto es exactamente lo que han hecho Abe y sus colegas en su Nature
de hoy: probar en paralelo 10 líneas de células madre iPS y siete
líneas de células madre embrionarias. Han derivado de todas ellas
tejidos diferenciados –piel y médula ósea— y los han trasplantado a
otros ratones, que aquí hacen el papel de pacientes.
El resultado, expresado brevemente, es que no hay rechazo. Ni con la
piel ni con la médula ósea. Ni cuando esos tejidos se derivan de células
iPS ni cuando lo hacen de células madre embrionarias. Todo esto es en
ratones, pero despeja el camino hacia la aplicación clínica de uno de
sus mayores obstáculos. Y además –lo que parece dar la razón a la
opinión mayoritaria en el sector– confirma la conveniencia de avanzar en
paralelo con ambos tipos de células madre, puesto que ambas pueden
resultar útiles para la medicina.
Fuente: El País
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