El
cerebro puede detectar si hay un daño corporal o si se produce un
crecimiento anómalo y es capaz de responder corrigiendo las
alteraciones, según concluye un estudio elaborado por investigadores del
Instituto de Neurociencias, centro mixto del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC), y la Universidad Miguel Hernández.
El trabajo se publica en la revista Science.
El trabajo de los investigadores ha
permitido identificar un receptor neuronal y el conjunto de neuronas
que se encargan de detectar y evaluar el crecimiento corporal y de cada
órgano. Este conjunto es también responsable de poner en marcha los
ajustes necesarios para contrarrestar defectos, lo que permite recuperar
la proporción y el curso normal del crecimiento sin dejar secuelas,
según explican los investigadores. El hallazgo podría servir para crear
nuevos medicamentos que traten problemas del crecimiento en niños o para
estimular la regeneración de tejidos.
La profesora de investigación del
CSIC María Domínguez explica que “hasta la fecha se pensaba que el
tamaño y el aspecto eran el reflejo de la herencia genética. Nuestro
trabajo muestra que los organismos necesitan mecanismos que reaccionen y
compensen los posibles errores y deviaciones en el crecimiento durante
la etapa de desarrollo, porque incluso un organismo genéticamente perfecto y
el sistema más controlado pueden verse perturbados por el estrés
ambiental, por fortuitos accidentes, por errores en la expresión de los
genes o por una enfermedad”.
La hormona que informa de la
presencia de un daño o crecimiento anómalo, conocida como Dilp8, fue
descubierta hace tres años por el mismo equipo del CSIC que firma este
nuevo hallazgo. “El presente trabajo ha permitido identificar el
receptor Lgr3, que pertenece a la familia de receptores acoplados a
proteínas G, una de las familias de proteínas más relevante en el campo
farmacológico. Numerosas hormonas, neurotransmisores, y la mayoría de
los estímulos como la luz, los olores y los sabores tienen receptores de
este tipo”, añade Domínguez.
La investigadora Diana Vallejo
explica: “utilizamos un sensor genético para definir las neuronas que
responden a la hormona Dilp8”. El investigador Sergio Juárez-Carreño
añade: “las neuronas que expresan el receptor Lgr3 actúan como
verdaderos directores de orquesta, coordinando de forma simultánea otras
poblaciones neuronales con funciones muy dispares y formando un
circuito que es clave para recuperar el crecimiento y el equilibrio
perdido”.
“Hasta ahora, no había aparente
explicación de la sorprendente capacidad de los niños para recuperarse
de una lesión, de una enfermedad, o de la cirugía sin dejar apenas
secuelas. Nuestra investigación, que ha sido llevada a cabo en la mosca
del vinagre o Drosophila melanogaster, nos ha permitido darnos
cuenta de que las moscas con una deficiencia en el receptor Lgr3 en sus
neuronas no podían corregir y compensar las variaciones y discrepancias
del crecimiento, manifestando desigualdades y asimetrías, y por eso
dedujimos que la misteriosa plasticidad que permite compensar las
alteraciones del desarrollo está controlada por el cerebro”, concluye
Javier Morante, codirector de la investigación.
Este descubrimiento abre una nueva
percepción de cómo los organismos controlan su tamaño, su proporción y
su simetría, a pesar de las perturbaciones y el estrés ambiental; y
podría servir en un futuro para determinar el origen de algunas de las
dismetrías y crecimiento anómalo responsables de discapacidades, según
indican los investigadores.
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