La tecnología para crear nuevos tejidos a partir de células madre
ha dado un gigantesco paso hacia delante. Gracias al uso de una avanzada
técnica, dos cucharadas grandes de sangre son toda la materia prima
inicial que se necesita para hacer crecer un vaso sanguíneo
completamente nuevo en solo siete días.
Así lo ha demostrado un equipo de la Academia Sahlgrenska (la
facultad de ciencias de la salud de la Universidad de Gotemburgo) y el
Hospital Universitario de dicha academia, en Suecia.
Hace solo tres años, una paciente de ese hospital recibió el
trasplante de un vaso sanguíneo formado a partir de sus propias células
madre. Suchitra Sumitran-Holgersson, Profesora de Biología de
Trasplantes en la Academia Sahlgrenska, y Michael Olausson, cirujano y
Director Médico del Centro de Trasplantes así como profesor en la citada
Academia, tuvieron la idea, la planificaron y la pusieron en práctica.
Sumitran-Holgersson y Olausson han refinado la nueva técnica, a
partir de lo aprendido con otros dos trasplantes que se efectuaron en
2012, en el Hospital Universitario de la Academia Sahlgrenska. Los
pacientes, dos niños de corta edad, tenían el mismo problema que la
paciente del primer caso: Les faltaba una vena que va desde el tracto
gastrointestinal hasta el hígado.
Los científicos se valieron de células madre de los pacientes para
formar un nuevo vaso sanguíneo que permitiría que los dos órganos
colaborasen de forma adecuada. Esta vez, sin embargo, la profesora Sumitran-Holgersson encontró una
forma de extraer células madre que no necesitaba tomarlas de la médula
ósea. Perforar esta última es muy doloroso. Eso y la corta edad de los
pacientes motivaron a la científica a buscar un modo alternativo de
obtener las células.
Con el nuevo método, solo se necesitó extraer 25 mililitros
(aproximadamente dos cucharadas grandes) de sangre, la cantidad
necesaria mínima para obtener suficientes células madre.
La idea de la profesora Sumitran-Holgersson acabó sobrepasando sus
expectativas más optimistas: el procedimiento de extracción funcionó
perfectamente desde la primera vez.
Y no solo eso, sino que la propia sangre aceleró el crecimiento de la
nueva vena. Todo el proceso llevó solo una semana, en vez de un mes
como sucedió con el primer caso. La sangre contiene sustancias que
promueven el crecimiento de forma natural.
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