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martes, 29 de diciembre de 2015

LAS BACTERIAS DE NUESTRO CUERPO: CLAVES PARA CONTROLAR LA GRASA BUENA Y MALA


 
Es posible que el mejor tratamiento para la obesidad en el futuro hay que buscarlo en nuestro interior. Nuestras amigas las bacterias intestinales, llamadas microbiota, parecen tener un gran impacto en la forma en la que se absorben las calorías, pero también en cómo se desarrolla la grasa. En concreto, asegura una investigación que se publica en «Nature Medicine», investigadores de la Universidad de Ginebra (Suiza) han visto en ratones que la ausencia de estas bacterias genera un potente efecto antiobesidad: desencadena un mecanismo metabólico sorprendente que hace que las células de grasa blanca, que cuando están en exceso causan obesidad y resistencia a la insulina, se transformen en células similares a la grasa parda o grasa beige, que justamente hace todo lo contrario: protege nuestro organismo del exceso de peso y de sus dañinas consecuencias. Este descubrimiento podría abrir la puerta para a tratamientos completamente nuevos para la obesidad.
Igual que existe un colesterol «bueno» y «malo», el metabolismo cuenta con dos tipos de tejido graso: uno blanquecino responsable de los «michelines» y otro pardo o marrón, una grasa «buena» que consume calorías para mantener la temperatura corporal adecuada. En los seres humanos sanos, el tejido adiposo blanco constituye aproximadamente el 25% de la masa corporal. Sin embargo, cuando hay demasiada grasa blanca se produce resistencia a la insulina y diabetes. Por el contrario, la grasa marrón mejora la sensibilidad a la insulina y está inversamente correlacionada con la obesidad.
Pero en ocasiones puede surgir la grasa parda o beige, que el cuerpo produce como respuesta al frío o el ejercicio. Estas células similares a la grasa marrón pueden aparecer dentro de la grasa blanca, un fenómeno conocido como ‘oscurecimiento’. Aunque el origen de estas células de color beige parece igual que el de la grasa blanca, su función es diferente: cuanta más grasa parda haya en el tejido adiposo blanco, más calorías se queman. Esto sugiere que estimular el crecimiento de este tipo de grasa podría ser una manera de reducir el resistencia a la obesidad y la insulina. Y esto es justamente en lo que muchos laboratorios llevan años trabajando: la panacea contra la obesidad.
Y en esta búsqueda del ‘santo grial’ antiobesidad los científicos están empezando han descubrir la importancia de las relaciones entre la microbiota y su huésped humano. Cada vez hay más estudios que confirma su impacto en la regulación de múltiples vías metabólicas, en la interconexión entre el tracto gastrointestinal, la piel, el hígado, el cerebro y otros muchos órganos.
Lo que ahora han logrado los investigadores suizos es demostrar que además, la microbiota, o en este caso su ausencia, tiene un impacto directo sobre la obesidad. Los expertos han visto que la microbiota de las personas obesas tiene una composición específica y diferente de la de las personas más delgadas. De hecho, los ratones libres de esta bacterias, es decir, manipulados desde su nacimiento para no tener microbiota, que recibieron en trasplante de microbiota de personas obesas, tienden a desarrollar obesidad y resistencia a la insulina. «Después de haber observado que la microbiota puede afectar a la aparición de la obesidad, sospechamos que la eliminación de la microbiota puede cambiar la sensibilidad a la insulina mediante la modificación de la cantidad y el equilibrio de estos diversos tipos de grasa», explica Mirko Trajkovski, autor principal del estudio.

Para confirmar su hipótesis, los investigadores alimentaron a tres grupos de ratones - libres de gérmenes, normales y ratones previamente tratados con altas dosis de antibióticos que había destruido su microbiota- con una dieta alta en calorías. Y los resultados mostraron que mientras que los ratones normales expuestos a una dieta alta en calorías desarrollaron obesidad y resistencia a la insulina, los otros dos grupos no. De hecho, se mantuvieron delgados, mejoraron su sensibilidad a la insulina y toleraron mejor la glucosa. Y lo más relevante: se produjo una reducción en su grasa blanca, mientras que aumentaron sus niveles de grasa marrón.
Es decir, explican en «Nature Medicine», el hecho de eliminar la microbiota, estimulaba el desarrollo de la grasa de color beige dentro de la grasa blanca, de la misma forma que cuando nos exponemos al frío o el ejercicio. Pero, ¿cómo funcionaba esto? Parece ser, comentan, que todo depende de un tipo específico de células, los macrófagos. Los macrófagos, dicen, son un componente esencial del sistema inmunológico y cumplen diversas funciones metabólicas, y se expresan de diferente forma en respuesta a las señales de ambientales, un proceso llamado ‘polarización’. Y los macrófagos polarizados se pueden clasificar en dos grandes grupos:, M1 y M2, y es este último el que actúa sobre el tejido adiposo y aumenta la producción de grasa de color beige.
Pero aunque tratar a los humanos con altas dosis de antibióticos parece poco realista, reconocen los investigadores Nicolás Suárez-Zamorano y Salvatore Fabbian, sí que es un primer paso para explorar los genes bacterianos exactos responsables de este fenómeno. Así, explica por su parte Trajkovski, el objetivo es buscar tratamientos clínicos efectivos contra la obesidad usando antibióticos particulares, así como fagos bacterianos, una especie de virus que solo mata cepas bacterianas específicas. 






Fuente: ABC

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