Es posible que el mejor tratamiento para la obesidad en el futuro hay
que buscarlo en nuestro interior. Nuestras amigas las bacterias
intestinales, llamadas microbiota, parecen tener un gran impacto en la
forma en la que se absorben las calorías, pero también en cómo se
desarrolla la grasa. En concreto, asegura una investigación que se
publica en «Nature Medicine», investigadores de la Universidad de Ginebra
(Suiza) han visto en ratones que la ausencia de estas bacterias genera
un potente efecto antiobesidad: desencadena un mecanismo metabólico
sorprendente que hace que las células de grasa blanca, que cuando están
en exceso causan obesidad y resistencia a la insulina, se transformen en
células similares a la grasa parda o grasa beige, que justamente hace
todo lo contrario: protege nuestro organismo del exceso de peso y de sus dañinas consecuencias. Este descubrimiento podría abrir la puerta para a tratamientos completamente nuevos para la obesidad.
Igual que existe un colesterol «bueno» y «malo», el metabolismo cuenta con dos tipos de tejido graso: uno
blanquecino responsable de los «michelines» y otro pardo o marrón, una
grasa «buena» que consume calorías para mantener la temperatura corporal
adecuada. En los seres humanos sanos, el tejido adiposo blanco
constituye aproximadamente el 25% de la masa corporal. Sin embargo,
cuando hay demasiada grasa blanca se produce resistencia a la insulina y
diabetes. Por el contrario, la grasa marrón mejora la sensibilidad a la
insulina y está inversamente correlacionada con la obesidad.
Pero en ocasiones puede surgir la grasa parda o beige, que el cuerpo
produce como respuesta al frío o el ejercicio. Estas células similares a
la grasa marrón pueden aparecer dentro de la grasa blanca, un fenómeno
conocido como ‘oscurecimiento’. Aunque el origen de estas células de
color beige parece igual que el de la grasa blanca, su función es
diferente: cuanta más grasa parda haya en el tejido adiposo blanco, más calorías se queman.
Esto sugiere que estimular el crecimiento de este tipo de grasa podría
ser una manera de reducir el resistencia a la obesidad y la insulina. Y
esto es justamente en lo que muchos laboratorios llevan años trabajando:
la panacea contra la obesidad.
Y en esta búsqueda del ‘santo grial’ antiobesidad los científicos
están empezando han descubrir la importancia de las relaciones entre la
microbiota y su huésped humano. Cada vez hay más estudios que confirma
su impacto en la regulación de múltiples vías metabólicas, en la
interconexión entre el tracto gastrointestinal, la piel, el hígado, el
cerebro y otros muchos órganos.
Lo que ahora han logrado los investigadores suizos es demostrar que
además, la microbiota, o en este caso su ausencia, tiene un impacto
directo sobre la obesidad. Los expertos han visto que la microbiota de
las personas obesas tiene una composición específica y diferente de la
de las personas más delgadas. De hecho, los ratones libres de esta
bacterias, es decir, manipulados desde su nacimiento para no tener
microbiota, que recibieron en trasplante de microbiota de personas
obesas, tienden a desarrollar obesidad y resistencia a la insulina.
«Después de haber observado que la microbiota puede afectar a la
aparición de la obesidad, sospechamos que la eliminación de la
microbiota puede cambiar la sensibilidad a la insulina mediante la
modificación de la cantidad y el equilibrio de estos diversos tipos de
grasa», explica Mirko Trajkovski, autor principal del estudio.
Para confirmar su hipótesis, los investigadores alimentaron a tres
grupos de ratones - libres de gérmenes, normales y ratones previamente
tratados con altas dosis de antibióticos que había destruido su
microbiota- con una dieta alta en calorías. Y los resultados mostraron
que mientras que los ratones normales expuestos a una dieta alta en
calorías desarrollaron obesidad y resistencia a la insulina, los otros
dos grupos no. De hecho, se mantuvieron delgados, mejoraron su sensibilidad a la insulina y toleraron mejor la glucosa. Y lo más relevante: se produjo una reducción en su grasa blanca, mientras que aumentaron sus niveles de grasa marrón.
Es decir, explican en «Nature Medicine», el hecho de eliminar la
microbiota, estimulaba el desarrollo de la grasa de color beige dentro
de la grasa blanca, de la misma forma que cuando nos exponemos al frío o
el ejercicio. Pero, ¿cómo funcionaba esto? Parece ser, comentan, que todo depende de un tipo específico de células, los macrófagos.
Los macrófagos, dicen, son un componente esencial del sistema
inmunológico y cumplen diversas funciones metabólicas, y se expresan de
diferente forma en respuesta a las señales de ambientales, un proceso
llamado ‘polarización’. Y los macrófagos polarizados se pueden
clasificar en dos grandes grupos:, M1 y M2, y es este último el que
actúa sobre el tejido adiposo y aumenta la producción de grasa de color
beige.
Pero aunque tratar a los humanos con altas dosis de antibióticos
parece poco realista, reconocen los investigadores Nicolás
Suárez-Zamorano y Salvatore Fabbian, sí que es un primer paso para
explorar los genes bacterianos exactos responsables de este fenómeno.
Así, explica por su parte Trajkovski, el objetivo es buscar tratamientos clínicos efectivos contra la obesidad usando antibióticos particulares, así como fagos bacterianos, una especie de virus que solo mata cepas bacterianas específicas.
Fuente: ABC
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