Unos niveles bajos de vitamina D en la sangre están conectados con
un mayor riesgo de desarrollar esclerosis múltiple. Las personas que
tienen dicha dolencia y bajos niveles de vitamina D tienen mayor
probabilidad de sufrir más discapacidades y más actividad patológica. En
una investigación se ha explorado la eficacia de mitigar la esclerosis
múltiple mediante un consumo aumentado de vitamina D.
El equipo del Dr. Peter A. Calabresi, profesor de neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, y director del Centro de Esclerosis Múltiple de la misma institución, hizo un seguimiento a personas que recibieron una dosis diaria de vitamina D3 durante seis meses. A algunas se les dio una dosis muy baja, y al resto una muy alta. No se incluyeron en el estudio pacientes con una deficiencia grave de vitamina D.
Los análisis de sangre al comienzo del estudio y de nuevo a los tres y a los seis meses midieron la cantidad de vitamina D en sangre y la respuesta en las células T del sistema inmunitario, que juegan un papel clave en la esclerosis múltiple.
Los efectos secundarios de los suplementos de vitamina fueron insignificantes y no resultaron diferentes entre las personas que tomaban dosis altas y aquellas que las tomaban bajas.
Las que tomaban una dosis alta tuvieron una reducción en el porcentaje de células T inflamatorias, acorde con el nivel de gravedad de su esclerosis múltiple. Las que tomaban dosis bajas no experimentaron cambios aparentes en los porcentajes de sus subgrupos de células T.
Estos resultados son alentadores ya que, tal como dice el Dr. Calabresi, la vitamina D tiene el potencial de ser un tratamiento barato, seguro y eficaz para personas con esclerosis múltiple. Sin embargo, como en muchos otros casos de investigación biomédica, se necesita investigar más para confirmar estos hallazgos con grupos más grandes de personas y para conocer lo suficiente el mecanismo por el cual se generan estos efectos.
El equipo del Dr. Peter A. Calabresi, profesor de neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, y director del Centro de Esclerosis Múltiple de la misma institución, hizo un seguimiento a personas que recibieron una dosis diaria de vitamina D3 durante seis meses. A algunas se les dio una dosis muy baja, y al resto una muy alta. No se incluyeron en el estudio pacientes con una deficiencia grave de vitamina D.
Los análisis de sangre al comienzo del estudio y de nuevo a los tres y a los seis meses midieron la cantidad de vitamina D en sangre y la respuesta en las células T del sistema inmunitario, que juegan un papel clave en la esclerosis múltiple.
Los efectos secundarios de los suplementos de vitamina fueron insignificantes y no resultaron diferentes entre las personas que tomaban dosis altas y aquellas que las tomaban bajas.
Las que tomaban una dosis alta tuvieron una reducción en el porcentaje de células T inflamatorias, acorde con el nivel de gravedad de su esclerosis múltiple. Las que tomaban dosis bajas no experimentaron cambios aparentes en los porcentajes de sus subgrupos de células T.
Estos resultados son alentadores ya que, tal como dice el Dr. Calabresi, la vitamina D tiene el potencial de ser un tratamiento barato, seguro y eficaz para personas con esclerosis múltiple. Sin embargo, como en muchos otros casos de investigación biomédica, se necesita investigar más para confirmar estos hallazgos con grupos más grandes de personas y para conocer lo suficiente el mecanismo por el cual se generan estos efectos.
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