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miércoles, 10 de octubre de 2012

MEDIR LA LONGEVIDAD

En el caso de los seres humanos, no existe ningún indicador biológico objetivo que, al menos de momento, pueda medir para conocer la longevidad, pero sí lo hay en ratones. 
Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) publican hoy en la edición electrónica de Cell Reports un trabajo que muestra que la clave para saber cuánto tiempo de vida le queda a estos animales está en los telómeros, las secuencias genéticas que se encuentran en los extremos de los cromosomas. Pero no en la longitud de estos segmentos, el aspecto que había centrado la atención hasta el momento, sino a que ritmo se van encogiendo los telómeros a lo largo de la vida de los ratones.
En ocasiones se ha comparado a los telómeros con las protecciones que impiden que se deshilache la punta de los cordones de los zapatos. Son unas secuencias de ADN repetitivas que, a modo de capuchones, se encuentran en los extremos de los cromosomas, los contenedores de la información genética de las especies, que se encuentran en el núcleo de cada célula. Su función es la de proteger el material genético. Pero con el paso del tiempo, los mecanismos para reparar estas fundas fallan, por lo que se desgastan, se acortan y la célula o no puede replicarse o muere.


Hasta el momento se había demostrado la relación entre presentar unos telómeros cortos y el riesgo de padecer enfermedades, como las cardiovasculares o el cáncer. También entre el estrés y el acortamiento de los segmentos de ADN. Estos estudios tomaban una foto fija de la longitud de estas secuencias a partir de la cual se obtenían conclusiones sobre los riesgos de la salud de las personas. Pero las mediciones no servían para hacer pronósticos sobre la esperanza de vida.
El trabajo publicado por el CNIO no se basa en fotos fijas de la longitud de los telómeros, sino en una secuencia de fotografías. En concreto, en cuatro mediciones realizadas en cuatro momentos de la vida de los ratones: a los 4, 8, 12 y 25 meses de edad (hasta lo que equivaldría a unos 50 años en vida de una persona). Los investigadores compararon la evolución de la longitud de los segmentos de ADN a lo largo de estas cuatro muestras con la longevidad de los 38 ratones analizados. Y dedujeron que los ratones que vivían más tiempo no eran los que tenían telómeros más extensos, sino aquellos en los que estos segmentos se acortaban menos con el transcurso del tiempo. “Observamos que se podía establecer un parámetro entre la vida de los ratones y el aumento de telómeros cortos”, apunta María Blasco, directora del CNIO. “Lo que importa no es tanto tener los telómeros largos en un momento dado, sino la tendencia o evolución de su longitud”, insiste Elsa Vera, primera autora del trabajo. Comparaciones estadísticas.
Para el estudio se empleó un grupo de ratones muy homogéneo. Todos eran machos, todos eran de la misma cepa (C57BL/6, el roedor de laboratorio más empleado) y a todos se les administró la misma alimentación y cantidad (un 10% menos de la recomendada), con la intención de facilitar la comparación entre ellos y evitar factores ambientales que pudieran influir en su expectativa de vida. A pesar de este ambiente tan controlado, la vida de los roedores osciló notablemente: entre el año y los tres años.
Las conclusiones alcanzadas con ratones no se pueden trasladar directamente a los seres humanos. María Blasco plantea que, para ello, habría que elaborar un estudio similar al que se presenta este jueves para saber si el mismo indicador que sirve para predecir el tiempo que vivirá un ratón sirve para hacer los cálculos en las personas. En todo caso, antes de saberlo, tendrán que pasar pasarán muchas décadas. “Tras obtener las distintas muestras de la longitud de los telómeros en las personas seleccionadas para el ensayo y ver su evolución habría que esperar a que fallecieran para comparar la información y sacar conclusiones”, explica Blasco. Teniendo en cuenta la edad medida de la población española, fácilmente podrían transcurrir 100 años si el trabajo comenzara hoy.

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