La proteína GDF11, según artículos que se publicaron en Science, no solo recupera las células cardiacas en ratones, sino que también mejora sus capacidades intelectuales, rejuveneciéndolas.En
concreto, los investigadores de la Universidad de Harvard descubrieron
que inyectando la proteína en ratones con una edad equivalente a los 70
años humanos, estos recuperaban capacidades como la del olfato, que
habían perdido con el envejecimiento. El hallazgo tiene una lectura muy
interesante, ya que esa proteína también la tenemos los humanos.
Doug Melton, codirector del Centro de Terapias con Células Madre y Medicina Regenerativa de Harvard, señaló que “no podía recordar un hallazgo más emocionante. Esto debe darnos esperanzas para tener un futuro más saludable. Todos nos preguntábamos por qué éramos más fuertes y mentalmente más ágiles cuando éramos jóvenes, y estos dos artículos apuntan a una posible respuesta: los niveles más altos de proteína GDF11 que tenemos de jóvenes. Hay pocas dudas de que, al menos en animales, la GDF11 tiene una increíble capacidad para restaurar las funciones del cerebro y los músculos que se pierden con el envejecimiento”.
Los ensayos son, en este caso, dignos de mención. En unos, simplemente se inyectó la proteína a los ratones. En otros, sin embargo, que usó un método mucho más complejo: se unieron los sistemas circulatorios de dos ejemplares, uno joven y otro viejo, de manera que la sangre llegara de forma natural al animal que tenía menor concentración. En ambos casos los resultados fueron similares. Este sistema, aunque aparatoso, tiene la ventaja de que muestra al natural el funcionamiento de la proteína, unas moléculas que no se pueden dar por vía oral porque las enzimas digestivas las degradan.
Doug Melton, codirector del Centro de Terapias con Células Madre y Medicina Regenerativa de Harvard, señaló que “no podía recordar un hallazgo más emocionante. Esto debe darnos esperanzas para tener un futuro más saludable. Todos nos preguntábamos por qué éramos más fuertes y mentalmente más ágiles cuando éramos jóvenes, y estos dos artículos apuntan a una posible respuesta: los niveles más altos de proteína GDF11 que tenemos de jóvenes. Hay pocas dudas de que, al menos en animales, la GDF11 tiene una increíble capacidad para restaurar las funciones del cerebro y los músculos que se pierden con el envejecimiento”.
Los ensayos son, en este caso, dignos de mención. En unos, simplemente se inyectó la proteína a los ratones. En otros, sin embargo, que usó un método mucho más complejo: se unieron los sistemas circulatorios de dos ejemplares, uno joven y otro viejo, de manera que la sangre llegara de forma natural al animal que tenía menor concentración. En ambos casos los resultados fueron similares. Este sistema, aunque aparatoso, tiene la ventaja de que muestra al natural el funcionamiento de la proteína, unas moléculas que no se pueden dar por vía oral porque las enzimas digestivas las degradan.
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