Un
equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) ha logrado caracterizar estructuralmente una nueva
familia de proteínas quinasas, llamadas CIPKs, clave en los mecanismos
de defensa que activan las plantas ante situaciones de estrés como la
sequía o la salinidad. Los resultados, publicados en el último número de
Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), proporcionan herramientas para mejorar racionalmente la producción agrícola en las regiones de clima extremo.
Se
estima, según los investigadores, que los estreses hídrico y salino son
responsables del 40% de las pérdidas del rendimiento potencial de los
cultivos. “Es particularmente dramático en regiones de clima extremo,
donde la pobreza y hambruna son endémicas. El aumento de la población
mundial y el calentamiento del planeta no hacen sino agravar la
situación actual”, afirma Armando Albert, investigador del CSIC en el
Instituto de Química Física Rocasolano.
Las
inundaciones, la falta de nutrientes, las heladas o las altas
temperaturas son otras situaciones difíciles a las que se enfrentan las
plantas. “El estrés ambiental trae consigo el desajuste de la
concentración intracelular de iones necesarios para la vida. Las
proteínas que hemos estudiado regulan los canales o puertas moleculares,
que dan paso o extraen iones para que se reajusten los niveles y se
sobreviva al estrés”, resalta el investigador del CSIC.
Los
científicos tienen en su mano activar estas proteínas “a la carta” y
plantear el diseño de moléculas que protejan puntualmente una cosecha.
Según Albert, a partir de ahora será más sencillo diseñar o encontrar en
el laboratorio especies vegetales con versiones más activas de estas
proteínas y que, además, sean muy resistentes al estrés.
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