El sistema inmunitario es el que defiende al organismo de bacterias,
virus, hongos y otros patógenos que causan infecciones. Pero a veces se
descontrola y ataca al propio cuerpo, causando enfermedades autoinmunes
(lupus, esclerosis múltiple). Su tratamiento es especialmente
complicado, porque no se puede desactivar el sistema inmunitario sin
sufrir peligrosas infecciones. Por eso, el descubrimiento de una
proteína que regula esta respuesta puede suponer el primer paso para
conseguir tratamientos específicos que no alteren el funcionamiento
normal de las defensas. Esta es la línea de un trabajo publicado en Scientific reports, del grupo Nature, por un equipo del Centro Nacional de Biotecnología dirigido por Dimitrios Balomenos.
La clave del sistema inmunitario está en los linfocitos T, explica Balomenos, y estos no pueden ser iguales en una respuesta inmune normal y en una autoinmune. “Para empezar, en la primera la detección y reacción ante el antígeno es temporal [actúa durante la infección], y en las otras se mantiene [no obedece a un estímulo externo]”, afirma. Lo que su equipo ha encontrado es que hay un regulador, una proteína llamada p21, que tiene una relación directa con la respuesta autoinmune ya que activa las células T específicas de estos trastornos.
"Las células T, cuando hay un invasor, se multiplican mucho, y tiene que haber alguna manera de controlarlo. Cuando la cantidad de p21 aumenta, baja la reacción autoinmune y se mantiene la inmunitaria normal”, resume Balomenos.
La investigación tiene la ventaja, aunque se haya ensayado en
ratones, de que “la proteína p21 también se expresa en humanos”, indica
Balomenos. Una idea rápida sería la de intentar inducir su
sobreexpresión en las células T, admite, pero él cree que a medio plazo
puede ser más operativo “examinar en mucho detalle el mecanismo de la
p21 para ver qué hace exactamente y qué otras moléculas están
involucradas, ya que alguna de estas podría ser una mejor diana para un
fármaco”. Esto se debe a que los procesos bioquímicos son siempre una
secuencia de pasos donde, muchas veces, el componente que se detecta es
solo el comienzo o una parte, pero que está relacionado con otros
muchos. A veces son estas otras fases las que son fáciles de frenar o
activar.
La clave del sistema inmunitario está en los linfocitos T, explica Balomenos, y estos no pueden ser iguales en una respuesta inmune normal y en una autoinmune. “Para empezar, en la primera la detección y reacción ante el antígeno es temporal [actúa durante la infección], y en las otras se mantiene [no obedece a un estímulo externo]”, afirma. Lo que su equipo ha encontrado es que hay un regulador, una proteína llamada p21, que tiene una relación directa con la respuesta autoinmune ya que activa las células T específicas de estos trastornos.
"Las células T, cuando hay un invasor, se multiplican mucho, y tiene que haber alguna manera de controlarlo. Cuando la cantidad de p21 aumenta, baja la reacción autoinmune y se mantiene la inmunitaria normal”, resume Balomenos.
Los investigadores han probado el efecto de la abundancia de p21 o de
su reducción en ratones preparados para manifestar lupus y otras
enfermedades autoinmunes, y han visto que los síntomas se reducían al
modificarlos genéticamente para que sobreexpresen esta proteína.
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