Concretamente, el nuevo estudio, publicado en la revista «Science», muestra que la
ausencia de la enzima O-GlcNAc transferasa (OGT) en ratones provoca que
las neuronas del hipotálamo responsables de enviar la señal para dejar
de comer no puedan comunicarse entre sí, lo que conlleva que los animales no sacien su apetito y sigan comiendo.
En el estudio, los investigadores analizaron el papel que juega la enzima OGT en las sinapsis neuronales del hipocampo y la corteza cerebral en un modelo animal –ratones–. Concretamente, el objetivo era ver si la ausencia de OGT tenía algún efecto sobre el comportamiento y la función cognitiva –la memoria y el aprendizaje– de los animales, por lo que emplearon ratones genéticamente manipulados para no expresar la enzima a nivel cerebral.
Y la falta de esta OGT, ¿conllevó una debilitación de las sinapsis neuronales? Pues antes de que llevaran a cabo ningún otro análisis, los autores observaron que los ratones sin la enzima habían triplicado su peso en solo dos semanas. Además, esta ganancia de volumen no tuvo nada que ver con un aumento de la masa muscular –es decir, su actividad física no se vio modificada–, solo con una mayor acumulación de grasa.
Dado el resultado, el siguiente paso fue analizar los hábitos alimenticios de los ratones. Y si bien observaron que el número de comidas diarias de los ratones sin OGT era similar al del resto de animales que sí tenían la enzima –una media de 18 comidas diarias–, también constataron que su apetito estaba completamente descontrolado: en cada comida ingerían todo el alimento disponible, por lo que su ingesta calórica era excesivamente mayor. De hecho, y cuando eran sometidos a una dieta, los ratones sin OGT comían la misma cantidad que los demás –esto es, todo el alimento disponible– y no ganaban peso, lo que sugiere que la ausencia de OGT interfiere con la capacidad de los animales para saber cuándo están llenos.
Como explica Olof Lagerlöf, director del estudio, «estos ratones no entendían que ya habían ingerido una cantidad de alimento suficiente, por lo que seguían comiendo».
Los resultados mostraron la ausencia de OGT en unas neuronas específicas –las neuronas que forman el núcleo paraventricular del hipocampo– y bien conocidas por su papel en el apetito y la ingesta de alimento. Y asimismo, que salvo en el caso de la enzima OGT, los niveles del resto de señales químicas que emplean las neuronas para comunicarse entre sí –la consabida ‘sinapsis’– eran normales. Sea como fuere, la ausencia de OGT era suficiente para que el número de sinapsis neuronales fuera tres veces inferior a lo normal.
Como indica Richard Huganir, co-autor del estudio, «los resultados sugieren que la enzima OGT ayuda a mantener las sinapsis en estas células. Pero en su ausencia, el número de sinapsis era tan bajo que probablemente no recibieran un impulso suficiente para activarse. Y de la misma manera, los resultados sugieren que estas células son responsables de enviar la señal para dejar de comer».
Como concluye Olof Lagerlöf, «todavía hay muchos aspectos de este sistema que permanecen desconocidos. Pero creemos que hemos encontrado un nuevo receptor de información que afecta directamente a la actividad cerebral y al comportamiento alimenticio. Así, y en caso de que nuestros resultados sean trasladados a los seres humanos, pueden suponer un avance para el diseño de fármacos o de otras vías para controlar el apetito».
En el estudio, los investigadores analizaron el papel que juega la enzima OGT en las sinapsis neuronales del hipocampo y la corteza cerebral en un modelo animal –ratones–. Concretamente, el objetivo era ver si la ausencia de OGT tenía algún efecto sobre el comportamiento y la función cognitiva –la memoria y el aprendizaje– de los animales, por lo que emplearon ratones genéticamente manipulados para no expresar la enzima a nivel cerebral.
Y la falta de esta OGT, ¿conllevó una debilitación de las sinapsis neuronales? Pues antes de que llevaran a cabo ningún otro análisis, los autores observaron que los ratones sin la enzima habían triplicado su peso en solo dos semanas. Además, esta ganancia de volumen no tuvo nada que ver con un aumento de la masa muscular –es decir, su actividad física no se vio modificada–, solo con una mayor acumulación de grasa.
Dado el resultado, el siguiente paso fue analizar los hábitos alimenticios de los ratones. Y si bien observaron que el número de comidas diarias de los ratones sin OGT era similar al del resto de animales que sí tenían la enzima –una media de 18 comidas diarias–, también constataron que su apetito estaba completamente descontrolado: en cada comida ingerían todo el alimento disponible, por lo que su ingesta calórica era excesivamente mayor. De hecho, y cuando eran sometidos a una dieta, los ratones sin OGT comían la misma cantidad que los demás –esto es, todo el alimento disponible– y no ganaban peso, lo que sugiere que la ausencia de OGT interfiere con la capacidad de los animales para saber cuándo están llenos.
Como explica Olof Lagerlöf, director del estudio, «estos ratones no entendían que ya habían ingerido una cantidad de alimento suficiente, por lo que seguían comiendo».
Sin embargo, ni el hipocampo ni la corteza cerebral están implicadas en la regulación del comportamiento alimenticio en los mamíferos. Es decir, la ausencia de OGT supone un descontrol del apetito, pero su efecto debe llevarse a cabo en un área distinta del cerebro. Así, los autores trasladaron su estudio a otra región cerebral: el hipotálamo, responsable del control de la temperatura, la alimentación, el sueño y el metabolismo.
Los resultados mostraron la ausencia de OGT en unas neuronas específicas –las neuronas que forman el núcleo paraventricular del hipocampo– y bien conocidas por su papel en el apetito y la ingesta de alimento. Y asimismo, que salvo en el caso de la enzima OGT, los niveles del resto de señales químicas que emplean las neuronas para comunicarse entre sí –la consabida ‘sinapsis’– eran normales. Sea como fuere, la ausencia de OGT era suficiente para que el número de sinapsis neuronales fuera tres veces inferior a lo normal.
Como indica Richard Huganir, co-autor del estudio, «los resultados sugieren que la enzima OGT ayuda a mantener las sinapsis en estas células. Pero en su ausencia, el número de sinapsis era tan bajo que probablemente no recibieran un impulso suficiente para activarse. Y de la misma manera, los resultados sugieren que estas células son responsables de enviar la señal para dejar de comer».
Como concluye Olof Lagerlöf, «todavía hay muchos aspectos de este sistema que permanecen desconocidos. Pero creemos que hemos encontrado un nuevo receptor de información que afecta directamente a la actividad cerebral y al comportamiento alimenticio. Así, y en caso de que nuestros resultados sean trasladados a los seres humanos, pueden suponer un avance para el diseño de fármacos o de otras vías para controlar el apetito».
No hay comentarios:
Publicar un comentario