Una investigación liderada por el Vall d’Hebron Institut de
Recerca (VHIR), en la que ha participado la Universitat de València,
ambos en España, ha demostrado que las formas patológicas de la proteína
α-sinucleína presentes en pacientes fallecidos con enfermedad de
Parkinson son capaces de iniciar y extender en ratones y primates el
proceso neurodegenerativo que tipifica esta enfermedad. El hallazgo,
publicado en la portada de marzo de ‘Annals of Neurology’, abre la
puerta al desarrollo de nuevos tratamientos que permitan detener la
progresión de la enfermedad de Parkinson, dirigidos a bloquear la
expresión, la conversión patológica y la transmisión de esta proteína.
Estudios
recientes han demostrado que formas sintéticas de α-sinucleína son
tóxicas para las neuronas, tanto in vitro (cultivos celulares) como in
vivo (ratones), y que pueden propagarse de una célula a otra. Sin
embargo, hasta ahora se desconocía si la capacidad patogénica de esta
proteína sintética podía hacerse extensiva a la proteína patológica
humana que se encuentra en los pacientes con Parkinson y, por lo tanto,
si era relevante para la enfermedad en humanos.
En el presente
estudio, dirigido por el doctor Miquel Vila, del grupo de Enfermedades
Neurodegenerativas del VHIR y miembro de CIBERNED, y en el que también
han participado otros dos grupos del CIBERNED (el liderado por la
doctora Isabel Fariñas, Universitat de València, y el liderado por el
doctor José Obeso, CIMA-Universidad de Navarra), así como un grupo de la
Universidad de Burdeos en Francia (doctor Erwan Bezard), los
investigadores extrajeron agregados de α-sinucleína de cerebros de
pacientes fallecidos con la enfermedad de Parkinson para inyectarlos en
el cerebro de roedores y primates.
Cuatro meses después de la
inyección en ratones, y nueve meses después de la inyección en monos,
estos animales empezaron a presentar degeneración de las neuronas
dopaminérgicas y acúmulos intracelulares de α-sinucleína patológica en
estas células, tal y como ocurre en la enfermedad de Parkinson. Meses
más tarde, los animales también presentaron acúmulos de esta proteína en
otras áreas cerebrales a distancia, con un patrón de extensión similar
al que se observa en el cerebro de los pacientes al cabo de varios años
de evolución de la enfermedad.
Según
el doctor Vila, estos resultados indican que “los agregados patológicos
de esta proteína obtenidos de pacientes con enfermedad de Parkinson
tienen la capacidad de iniciar y extender el proceso neurodegenerativo
que tipifica la enfermedad de Parkinson en ratones y primates”. Un
hallazgo que, añade, “proporciona nuevas pistas sobre los posibles
mecanismos de inicio y progresión de la enfermedad y abre las puertas a
nuevas oportunidades terapéuticas”. Así pues, el siguiente paso
consistirá en averiguar cómo detener la progresión y la extensión de la
enfermedad, mediante el bloqueo de la transmisión célula a célula de la
α-sinucleína, así como regulando los niveles de expresión y deteniendo
la conversión patológica de esta proteína.
La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad
neurodegenerativa más frecuente tras la enfermedad de Alzheimer. Se
caracteriza por la pérdida progresiva de neuronas que producen dopamina
en una región cerebral (la sustancia negra del mesencéfalo ventral) y la
presencia en estas células de agregados patológicos intracelulares de
la proteína α-sinucleína, llamados cuerpos de Lewy. La pérdida de
dopamina cerebral como consecuencia de la muerte neuronal se traduce en
las manifestaciones motoras típicas de la enfermedad, como la rigidez
muscular, los temblores y la lentitud en los movimientos.
El
tratamiento más eficaz para esta enfermedad es la levodopa, un fármaco
paliativo que permite restaurar la carencia de dopamina. Sin embargo, a
medida que la enfermedad avanza, el proceso patológico de
neurodegeneración y acumulación de α-sinucleína se extiende
progresivamente más allá del mesencéfalo ventral hacia otras zonas
cerebrales. Como resultado, se produce un empeoramiento progresivo del
paciente y la aparición de manifestaciones clínicas no motoras que no
responden a los fármacos dopaminérgicos. Actualmente no existe un
tratamiento que evite, detenga o retrase la evolución progresiva del
proceso neurodegenerativo.
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