Cuatro mutaciones del virus VIH son las responsables de la mayoría de los casos de transmisión de este virus con resistencia a los tratamientos. Así se desprende de un estudio llevado a cabo por un
equipo internacional de científicos, liderado por la Universidad de
Stanford (EE. UU.) y que cuenta con participación español
Los resultados de este trabajo se publican en la revista de acceso abierto PLoS Medicine y están basados en un análisis a más de 50.000 pacientes de 111 países, ha informado la universidad norteamericana en una nota.
Según sus autores, el VIH, el virus causante del SIDA, puede mutar en presencia de los fármacos antirretrovirales y estas mutaciones pueden ser transmitidas de una persona a otra.
Los resultados de esta investigación sugieren que los niveles de transmisión de cepas resistentes a los medicamentos antirretrovirales no han aumentado en todo el mundo tanto como se temía, según Robert Shafer, principal investigador de este estudio.
Las cuatro mutaciones genéticas son sobre todo resistentes a dos de los antirretrovirales existentes: efavirenz y nevirapina.“Lo que demostramos es que las tasas de transmisión del VIH resistente a los medicamentos en los países de renta baja y media -los más afectados por el virus- han aumentado modestamente”, apunta el científico.
La tasa de incremento en el África Subsahariana ha bajado y no se ha detectado un aumento en el sur y sudeste asiático.
Así, según se describe en el artículo, la prevalencia de la transmisión del VIH con resistencias desde 2000 osciló desde el 2,8% en África Subsahariana al 11,5% en América del norte. Esta diferencia se debe al mayor uso de los antirretrovirales en esta última región.
“Esto es una buena noticia”, ha confirmado Shafer, quien también es profesor de Medicina en la Universidad de Stanford. No obstante, ha continuado, sigue habiendo un aumento de la resistencia en el VIH.
Esto se debe a que los protocolos sanitarios en los países de ingresos bajos y medios “a menudo no son tan robustos” como los de los países desarrollados y a que cumplir bien un régimen diario de toma de varias píldoras “es un reto”, sobre todo para las personas que viven en las zonas más pobres del planeta, según señala Shafer.
Para este investigador, es inevitable que la transmisión de resistencia a los antirretrovirales aumente, por lo que este tipo de estudios deben ser realizados periódicamente para garantizar el éxito de los tratamientos a los millones de afectados en todo el mundo.
Y es que, según este científico, estos hallazgos podrían tener “implicaciones importantes” en las regiones más afectadas por VIH.
“Una prueba de bajo coste que examine las mutaciones puntuales de resistencia a los fármacos efavirenz/nevirapina sería suficiente para orientar la terapia de inicio sin necesidad de requerir a una secuenciación genética amplia del VIH“, ha indicado Vicente Soriano, del Hospital La Paz-Carlos III y firmante de este trabajo.
Para llegar a las conclusiones de este estudio, los investigadores revisaron la secuenciación del VIH de 50.870 pacientes distribuidos por todo el mundo, de un total de 287 estudios publicados entre 2000 y 2013. Cerca de 60 instituciones médicas de los cinco continentes aportaron datos para este trabajo.
Por parte española colaboraron el Hospital Clinic de Barcelona, el Hospital Universitario Ramón y Cajal y el Hospital La Paz-Carlos III, ambos de Madrid.
Según sus autores, el VIH, el virus causante del SIDA, puede mutar en presencia de los fármacos antirretrovirales y estas mutaciones pueden ser transmitidas de una persona a otra.
Los resultados de esta investigación sugieren que los niveles de transmisión de cepas resistentes a los medicamentos antirretrovirales no han aumentado en todo el mundo tanto como se temía, según Robert Shafer, principal investigador de este estudio.
Las cuatro mutaciones genéticas son sobre todo resistentes a dos de los antirretrovirales existentes: efavirenz y nevirapina.“Lo que demostramos es que las tasas de transmisión del VIH resistente a los medicamentos en los países de renta baja y media -los más afectados por el virus- han aumentado modestamente”, apunta el científico.
La tasa de incremento en el África Subsahariana ha bajado y no se ha detectado un aumento en el sur y sudeste asiático.
Así, según se describe en el artículo, la prevalencia de la transmisión del VIH con resistencias desde 2000 osciló desde el 2,8% en África Subsahariana al 11,5% en América del norte. Esta diferencia se debe al mayor uso de los antirretrovirales en esta última región.
“Esto es una buena noticia”, ha confirmado Shafer, quien también es profesor de Medicina en la Universidad de Stanford. No obstante, ha continuado, sigue habiendo un aumento de la resistencia en el VIH.
Esto se debe a que los protocolos sanitarios en los países de ingresos bajos y medios “a menudo no son tan robustos” como los de los países desarrollados y a que cumplir bien un régimen diario de toma de varias píldoras “es un reto”, sobre todo para las personas que viven en las zonas más pobres del planeta, según señala Shafer.
Para este investigador, es inevitable que la transmisión de resistencia a los antirretrovirales aumente, por lo que este tipo de estudios deben ser realizados periódicamente para garantizar el éxito de los tratamientos a los millones de afectados en todo el mundo.
Y es que, según este científico, estos hallazgos podrían tener “implicaciones importantes” en las regiones más afectadas por VIH.
“Una prueba de bajo coste que examine las mutaciones puntuales de resistencia a los fármacos efavirenz/nevirapina sería suficiente para orientar la terapia de inicio sin necesidad de requerir a una secuenciación genética amplia del VIH“, ha indicado Vicente Soriano, del Hospital La Paz-Carlos III y firmante de este trabajo.
Para llegar a las conclusiones de este estudio, los investigadores revisaron la secuenciación del VIH de 50.870 pacientes distribuidos por todo el mundo, de un total de 287 estudios publicados entre 2000 y 2013. Cerca de 60 instituciones médicas de los cinco continentes aportaron datos para este trabajo.
Por parte española colaboraron el Hospital Clinic de Barcelona, el Hospital Universitario Ramón y Cajal y el Hospital La Paz-Carlos III, ambos de Madrid.
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