Por primera vez, un grupo de investigadores observa en humanos que la
dieta de la madre puede afectar a la salud de su hijo desde el momento
de su concepción. Un hallazgo que hace pensar que incluso la alimentación de la progenitora antes del embarazo también podría tener repercusión. Así lo revela un estudio que acaba de publicar la revista Nature Communications.
Los experimentos realizados en animales han demostrado que los factores ambientales antes de la concepción pueden desencadenar que un gen se exprese o no. Para entenderlo mejor, la herencia de los genes no es determinante a la hora de desarrollar una enfermedad. La exposición a determinados factores externos es lo que hace que un gen se encienda o se mantenga apagado. Esto explica que en el caso de los gemelos (con idéntico material genético), el hecho de que uno de los dos presente una patología concreta no significa que el otro también la sufra.
En este trabajo, un equipo de expertos del Grupo de Nutrición Internacional MRC de la Facultad de Medicina e Higiene Tropical de la London School (Reino Unido) y de la Unidad MRC en Gambia, analiza el papel de la nutrición de la madre desde el momento cero de la concepción en la modificación del ADN de su descendencia. Según un estudio con animales publicado en 2003, la dieta de un ratón hembra podía incluso cambiar el color del pelaje de su descendencia. "Se desconoce si tales efectos pueden ocurrir también en las personas", relata el documento.
Para comprobar los efectos de la alimentación materna en los cambios del genoma del bebé, los autores del estudio, entre los que se encuentra una investigadora española, Paula Domínguez-Salas, seleccionaron a 2.000 mujeres de Gambia. Algunas se habían quedado embarazadas en la estación seca (83) y otras en la húmeda (84). "Esta población consume los alimentos que ellos mismos producen, por lo que la estación climatológica supone una gran diferencia entre lo que come la gente en los meses más secos y en los más lluviosos".
Partiendo de esta base, los expertos midieron las concentraciones de nutrientes en la sangre de las mujeres de ambos grupos y unos meses después analizaron también muestras de sangre y folículos pilosos de los bebés cuando tenían entre dos y ocho meses de vida. "Observamos que la dieta de la madre al quedarse embarazada tenía un efecto significativo en las características del ADN de sus hijos", revela el informe.
Los niños concebidos en la estación lluviosa presentaban mayores tasas de metilación (un proceso natural que altera químicamente el ADN) en los seis genes estudiados y tales grupos estaban asociados a los nutrientes que se consumían precisamente durante estos meses. "La gente comía más comida silvestre, más variedad y posiblemente algunas sustancias específicas", explica Paula Domínguez-Salas. Tal y como reza el estudio, "vimos una importante asociación concretamente con dos componentes (homocisteína y cisteína) y también con el índice de masa corporal de la madre [...] Observamos cambios del genoma, pero desconocemos las consecuencias que éstos implican".
Como comenta la investigadora española, "los marcadores concretos que han salido altos no son directamente interpretables sin mas investigación, porque la homocisteína, por ejemplo, no es un componente necesario de la dieta, pero sí puede fluctuar en función de distintos nutrientes esenciales como la colina, betaina, folato, riboflavina, etc".
En cuanto a la hipermetilación (alta metilación) o la hipometilación (baja metilación) ocurre lo mismo. "Pueden ser positiva o negativa en función de qué información [genética] estén activando o suprimiendo", argumenta Domínguez-Salas. "No está bien establecida cuál es la consecuencia concreta de la activación o inactivación de estos genes, pero habiendo visto que efectivamente la disponibilidad de grupos metilo sí está relacionada con la metilación del ADN [cambios en el ADN], vamos a seguir investigando en otros genes que sí sepamos qué implican". Mientras tanto, agrega, "seguiremos a estos niños para observar qué efectos tiene la metilación en estos genes específicos".
A las mujeres que quieren quedarse embarazadas ya se les recomienda ácido fólico para prevenir defectos congénitos graves. Ahora, los resultados de "nuestra publicación apuntan hacia la posible necesidad de un cóctel de nutrientes, procedentes de la dieta o a través de suplementos", añade por su parte Andrew Prentice, profesor de Nutrición Internacional de London School of Hygiene & Tropical Medicine.
Antes, remarcan los autores en el estudio, "se tiene que seguir estudiando" el papel de la nutrición materna en la metilación del ADN y sus consecuencias en la salud de los hijos. Tal y como asume Domínguez-Salas, "con este tamaño de muestra, este es un estudio exploratorio únicamente. La repercusión es más a nivel científico. Indica la necesidad de diseñar estudios que lleven más al fondo". Mientras tanto, es importante recalcar la importancia de seguir una dieta sana y equilibrada.
Fuente: El Mundo
Los experimentos realizados en animales han demostrado que los factores ambientales antes de la concepción pueden desencadenar que un gen se exprese o no. Para entenderlo mejor, la herencia de los genes no es determinante a la hora de desarrollar una enfermedad. La exposición a determinados factores externos es lo que hace que un gen se encienda o se mantenga apagado. Esto explica que en el caso de los gemelos (con idéntico material genético), el hecho de que uno de los dos presente una patología concreta no significa que el otro también la sufra.
En este trabajo, un equipo de expertos del Grupo de Nutrición Internacional MRC de la Facultad de Medicina e Higiene Tropical de la London School (Reino Unido) y de la Unidad MRC en Gambia, analiza el papel de la nutrición de la madre desde el momento cero de la concepción en la modificación del ADN de su descendencia. Según un estudio con animales publicado en 2003, la dieta de un ratón hembra podía incluso cambiar el color del pelaje de su descendencia. "Se desconoce si tales efectos pueden ocurrir también en las personas", relata el documento.
Para comprobar los efectos de la alimentación materna en los cambios del genoma del bebé, los autores del estudio, entre los que se encuentra una investigadora española, Paula Domínguez-Salas, seleccionaron a 2.000 mujeres de Gambia. Algunas se habían quedado embarazadas en la estación seca (83) y otras en la húmeda (84). "Esta población consume los alimentos que ellos mismos producen, por lo que la estación climatológica supone una gran diferencia entre lo que come la gente en los meses más secos y en los más lluviosos".
Partiendo de esta base, los expertos midieron las concentraciones de nutrientes en la sangre de las mujeres de ambos grupos y unos meses después analizaron también muestras de sangre y folículos pilosos de los bebés cuando tenían entre dos y ocho meses de vida. "Observamos que la dieta de la madre al quedarse embarazada tenía un efecto significativo en las características del ADN de sus hijos", revela el informe.
Los niños concebidos en la estación lluviosa presentaban mayores tasas de metilación (un proceso natural que altera químicamente el ADN) en los seis genes estudiados y tales grupos estaban asociados a los nutrientes que se consumían precisamente durante estos meses. "La gente comía más comida silvestre, más variedad y posiblemente algunas sustancias específicas", explica Paula Domínguez-Salas. Tal y como reza el estudio, "vimos una importante asociación concretamente con dos componentes (homocisteína y cisteína) y también con el índice de masa corporal de la madre [...] Observamos cambios del genoma, pero desconocemos las consecuencias que éstos implican".
Como comenta la investigadora española, "los marcadores concretos que han salido altos no son directamente interpretables sin mas investigación, porque la homocisteína, por ejemplo, no es un componente necesario de la dieta, pero sí puede fluctuar en función de distintos nutrientes esenciales como la colina, betaina, folato, riboflavina, etc".
En cuanto a la hipermetilación (alta metilación) o la hipometilación (baja metilación) ocurre lo mismo. "Pueden ser positiva o negativa en función de qué información [genética] estén activando o suprimiendo", argumenta Domínguez-Salas. "No está bien establecida cuál es la consecuencia concreta de la activación o inactivación de estos genes, pero habiendo visto que efectivamente la disponibilidad de grupos metilo sí está relacionada con la metilación del ADN [cambios en el ADN], vamos a seguir investigando en otros genes que sí sepamos qué implican". Mientras tanto, agrega, "seguiremos a estos niños para observar qué efectos tiene la metilación en estos genes específicos".
A las mujeres que quieren quedarse embarazadas ya se les recomienda ácido fólico para prevenir defectos congénitos graves. Ahora, los resultados de "nuestra publicación apuntan hacia la posible necesidad de un cóctel de nutrientes, procedentes de la dieta o a través de suplementos", añade por su parte Andrew Prentice, profesor de Nutrición Internacional de London School of Hygiene & Tropical Medicine.
Antes, remarcan los autores en el estudio, "se tiene que seguir estudiando" el papel de la nutrición materna en la metilación del ADN y sus consecuencias en la salud de los hijos. Tal y como asume Domínguez-Salas, "con este tamaño de muestra, este es un estudio exploratorio únicamente. La repercusión es más a nivel científico. Indica la necesidad de diseñar estudios que lleven más al fondo". Mientras tanto, es importante recalcar la importancia de seguir una dieta sana y equilibrada.
Fuente: El Mundo
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